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Sargas o Velos de Pasión

  • Foto del escritor: Ruth Albarrán
    Ruth Albarrán
  • 14 may 2015
  • 6 Min. de lectura

Hasta no hace muchos años, y así lo pueden afirmar nuestros mayores, era habitual ver como durante gran parte de la Cuaresma y la Semana Santa, el interior de las iglesias y sobre todo los retablos e imágenes religiosas se cubrían con cortinas y paños en señal de duelo. Dolor que desaparecía con la celebración de la Resurrección del Señor en la Vigilia Pascual o en la Eucaristía del Domingo de Pascua, ceremonias durante las que se alzaban teatralmente estas colgaduras en el momento del Gloria. En la mayor parte de los casos estas telas eran de color liso, morado o negro, pero había también un tipo de velo más lujoso y artístico.

Imaginemos la Cuaresma como fue en origen. Un tiempo de ayuno, abstinencia y penitencia en conmemoración de los cuarenta días que Cristo pasó en el desierto viviendo las tentaciones del Maligno. Algo más de un mes de preparación para la Semana Santa. Preparativos en lo personal y en lo público. Los actos sociales quedaban aletargados y si a lo largo del año todo giraba en torno a la religión, más aún durante esas semanas. Incluso las iglesias cambiaban su aspecto. Una atmósfera lúgubre inundaba los templos. Los retablos que durante el resto del año refulgían gracias al pan de oro, quedaban ocultos por grandes cortinajes. Todo quedaba apagado en espera de la Resurrección. Aquellos fieles quedaban sumergidos en las tinieblas y el luto por la Pasión y Muerte de Cristo hasta que llegaba la gran Pascua de Resurrección en la que los velos de la desolación caían y la luz y el brillo de los retablos volvía a llenar las iglesias. Quizás esta descripción pueda ser tildada de efectista y teatral. Pero de eso se trata, porque si algo pretendía el uso de los velos de Pasión era crear ambiente artificioso pero significativo en cuanto al tiempo que el calendario litúrgico iba a conmemorar.

1. Sarga 1949.jpg

El origen de estas ambientaciones y efectos hay que buscarlo a mediados del siglo XVI cuando la iglesia Católica reaccionó ante la Reforma Protestante con la Contrarreforma. Esta reacción, que tuvo como aconteciendo central el Concilio de Trento, intento reafirmar todos aquellos aspectos que diferenciaban la Iglesia Católica de la Reforma. Así cambiaron esquemas litúrgicos y doctrinales o, más bien, cambió la manera en que el fiel percibía estos puntos. Para conseguirlo las iglesias se renovaron y con ellas todas las artes. La arquitectura, la escultura y la pintura se adaptaron a los nuevos tiempos. Si los templos protestantes destacan por su austeridad y desnudez, los católicos se llenaron de obras de arte cada vez más complejas con el fin de mover a la devoción a un fiel, impresionado por lo que oía, veía y sentía en el interior de las iglesias. Si entendemos aquel tiempo y sus avatares, comprenderemos mucho mejor los velos de Pasión y su uso.

Velo de Pasión de la Catedral de El Burgo de Osma, Soria

Sargas, velos de Semana Santa, velos de Pasión... son muchos los nombres que reciben estos elementos. Aunque el último es el que mejor define su temática, uso y el material con que están elaborados. Pero en innumerables ocasiones encontraremos la denominación sarga. Esta no es incorrecta, aunque realmente es tomar una parte por el todo porque una sarga es una tela basta de trama cruzada. Dada la resistencia de estas telas, se comenzaron a utilizar como soporte pictórico de gran tamaño para cubrir muros y paredes dando mayor lujo y calidez a estancias palaciegas o suntuarias. Así se comenzó a denominar sarga a las telas pintadas para decorar las paredes de las habitaciones. Cuando a partir del siglo XVI se impuso la costumbre de cubrir retablos e imágenes durante la Cuaresma y Semana Santa, los lugares más ricos, catedrales, monasterios, conventos... adecuaron las sargas a un nuevo uso, surgiendo así el velo de Pasión tal y como lo conocemos.

La elaboración de un velo de Pasión estaba llena de dificultades técnicas. Primero las dimensiones de estos grandes lienzos que dificultan su manejo. El trabajo a escala superior al natural donde el artista debe adaptarse a medidas y proporciones que no son habituales. Y los colores a emplear ya que si algo caracteriza las escenas representadas, junto a la temática, es la sobriedad cromática. Rara vez se empleaba una paleta de colores variada en estos elementos. El coste de los pigmentos y demás materias pictóricas suponía un gasto que no se estaba dispuesto a asumir en los velos de Pasión, que al fin y al cabo se iban a utilizar poco y en un tiempo de duelo. Lo habitual era el uso de la grisalla, pintura en gama de grises, o, a lo sumo, una paleta de colores corta. Ante la poca variedad cromática el artista se veía obligado a matizar y exprimir cada color hasta lograr componer la escena encargada. Esto no quiere decir que se escatimara, como no se hacía en nada relativo al arte religioso. Hay que tener en cuenta que toda obra relativa a la Fe o al hecho religioso se intentaba acometer con el mayor lujo posible, y no por razones de ostentación o mero orgullo. La razón principal estaba en para quién se elaboraban esas obras, para Dios. Por tanto, cuando en una iglesia, catedral, o edificio religioso nos sorprende y nos apabulla tanta riqueza, debemos pensar en qué, por qué y para qué se creó.

3. detalle de sarga.jpg

En nuestra comarca no se conservan un gran número de sargas. Esto no es extraño ya que lo habitual eran los paños morados o negros. A esto se unía la fragilidad de estas obras y el riesgo que corrían. La capa pictórica era débil porque las telas no se preparaban con apresto para evitar que adquirieran la rigidez de un lienzo tradicional y mantuvieran la caída de un cortinaje. Esto debilitaba la capa de color que con el paso de los años se iba desprendiendo con el trasiego de colgar y descolgar. A esto se unía que el velo quedaba suspendido sobre la mesa del altar donde se seguían celebrando los oficios religiosos, lo que provocaba continuos incendios provocados por las velas. A pesar de estos inconvenientes algunos velos conservados en nuestro entorno sorprenden por su calidad y buena conservación.

Detalle de sarga

En Rejas de San Esteban, Soria se recuperó hace dos años un gran velo de pasión con el tema de la Crucifixión, que perteneció a la iglesia de San Ginés.

6._crucifixión.jpg

Sarga de Rejas de San Esteban, Soria

De la provincia de Soria es también el monumental velo de pasión de la catedral de Burgo de Osma que cubre el retablo mayor de la catedral durante la Semana Santa. En él una experta mano anónima, por el momento, aunque atribuído por algunos a Juan de Navarrete “El Mudo”, reproduce un retablo fingido dedicado a la Pasión. Con asombrosa habilidad el artista recrea un retablo clasicista.

velo_de_pasión_burgo_de_osma.jpg

Sarga de Burgo de Osma, Soria

Una de las joyas de la provincia de Segovia es la sarga que podemos ver en la iglesia de San Eutropio de El Espinar, Segovia. Fue realizada por Alonso Sanchez Coello, en el s. XVI, pintor de cámara de Felipe II. Está pintada sobre cañamo con la técnica del agüazo. Tiene unas dimensiones de 15 metros de largo por 5 de ancho.

Únicamente se muestra en Semana Santa y en el mes de agosto -coincidiendo con las festividades de la Virgen y San Roque- y en Semana Santa, cubriendo completamente el retablo del templo.

elespinar.jpg

En el siguiente vídeo podemos observar el izado de esta fantástica sarga

Sin duda, estos dos grandes velos han de ser tenidos en cuenta como continuaciones de los retablos para los que se pensaron y a los que en absoluto desmerecen. De hecho, cuando se visitan los templos durante el triduo sacro, ya sea con afán religioso o cultural y turístico, en ningún momento debemos lamentar ver cubiertos los retablos. Es una oportunidad excepcional ver una obra de estas características y, más aún, en el lugar y con el fin para el que fue creada. Y sin duda su conservación se debe a que siga manteniendo su uso.

No olvidemos que nada mejor para entender y valorar una obra de arte que encontrarla en el lugar y con el fin para el que fue pensada. Y en este caso es encomiable la labor del Cabildo de la Catedral y los desinteresados colaboradores que participan en el izado y recogida de este excelente velo.

Para terminar sólo queda recalcar una idea que subyace en todo este articulo. Cuando una obra de arte, en este caso religioso, se separa del fin para el que fue creada, y cae en el olvido, está condenada a la desaparición. Y cuando el olvido se apodera de nuestro patrimonio, tangible o intangible, una parte de nosotros se extingue. Recuperarlo no consiste sólo en restaurar y conservar. También hay que explicar y dar sentido a ese patrimonio. Y es deber de toda la sociedad, cada uno desde su puesto, vigilar y exigir que esto suceda.

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